LOS OTROS FRÍOS

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El frío forma parte de nuestras vidas, aunque ésta afirmación tenga su lado oscuro, ya que el frío está presente tanto en la vida, como en la muerte; la muerte física no sería tal sin el entumecimiento por la falta de circulación sanguínea y el consecuente frío, el frío mortal.

¿Será que existe solamente un tipo de frío, un frío común a todas las circunstancias y ocasiones? O es que en realidad habrá una variedad de fríos, como un abanico de sensaciones frígidas?. Pienso que sí, que a lo largo de nuestras existencias vamos experimentando una serie de fríos distintos.

No recuerdo la edad que tenía, creo que simplemente estaba dotado del conocimiento suficiente para saber que existía, sin embargo, éste saberme como algo viviente era confuso, lo único claro era la sensación de ocupar un breve espacio. No reconocía mi forma, tampoco mis detalles, hasta que tuve mi primer contacto con esa superficie plana, argenta e infinita. Un espejo. En esa imagen confluimos todos, yo y los que vendrían más delante; otros yo. Sentí mi primer frío.

En mi niñez conocí a un gato blanco y perfecto. Al principio jugamos, pero luego llegué a odiarlo, creo que por eso murió entre mis manos. Más tarde mi madre se enteraría, y en el momento en que empuñaba el cuero trenzado, mi espalda se estremecía con el sudor que la empapaba. Frío de miedo.

En la adolescencia quería estar con una chica, y sin saber cómo hablar con ella acerca de lo que sentía, le escribí una carta mal redactada y con letra pésima. Me quedé escondido detrás de un pilar, mientras un amigo le entregaba la misiva. Desde ahí pude ver el desdén con que desdoblaba el papel, y la forma resignada con que leía, su hastío al terminar y la saña con que despedazaba la carta. Frío amargo.

Durante los primeros acercamientos a la vida nocturna inundada de alcohol, me quedé dormido en la calle. La borrachera te abre las puertas de un teatro donde todo lo normal se trastoca en grotesco. Las horas transcurren, y con la luz del amanecer te das cuenta que estás casi desnudo y perdido. Hay frío de desamparo.

Otro será el frío del vacío, producto de la soledad aguda. O la angustia de una tarde de julio, cuando estás parado detrás de la ventana, contemplando el caer de las hojas sin poder hacer nada. Muy parecido al frío de la muerte de un pariente, cuando él ya no puede vestirse para su propio entierro y debes ayudarlo.


Estos y otros fríos acompañan espacios y tiempos que vivimos y que vamos a vivir. El frío último nos estará esperando al final del camino. Y si en esta oportunidad aborde el tema es simplemente porque la realidad demuestra que el frío es una tela grande que se ofrece a todos para cortarla, ya que ésta tela no abriga nada.

1 comentarios:

Alejandro González Romero dijo...

chala que sigas publicando cosas en tu blog, está chala lokito, a evr cuando nos volvemos a poner las pilas y trabajamos en la pagina del miercoels, bueno nos vmeos.