EL BLUES DE MURAKAMI

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Gracias a una excelente recomendación, tuve mi primer contacto íntimo con el mundo de Haruki Murakami, a través de su novela Tokio Blues Norwegian Wood. Una experiencia memorable.

Como el mismo Murakami lo dice: la memoria es algo extraño. Es verdad que tenemos muchas cosas que nos ayudan a no olvidar; están las fotos, las cartas, los regalos. Sin embargo, estos objetos pueden ser extraviados, escondidos u olvidados, intencionadamente o no. En cambio, la música es una brisa libre y soberana que no deja de soplar. No es necesario que tengamos un disco con esa canción especial, esa que está ahí cerca, aguardando el momento adecuando para la audición. No. Cuando menos lo esperamos o deseamos, tiempo y espacio confabulan, y desde algún rincón del mundo, la melodía de esa canción se hace presente y con ella, las imágenes, que una tras otra pasan frente a nuestros ojos, como fotografías de un tiempo que parecía haberse perdido en los laberintos de la memoria.

Norwegian Wood de los Beatles, es la canción que da pie a la historia de esta maravillosa novela. Watanabe está en un aeropuerto de Alemania muy lejos de su Japón natal. Una cadencia proveniente de cualquier lugar llega a hasta sus oídos, es la guitarra de John Lennon y la voz de Paul McCartney. Es Norwegian Wood. Invadido por un sentimiento de vacío, Watanabe recuerda los años tortuosos de su adolescencia en Tokio, los amigos y las personas que de una u otra forma estuvieron cerca de él en esa etapa entre sus 18 y 20 años. Se da cuenta que todo aquello que en algún momento pareció formar parte imprescindible de su vida en aquella época, se le iba desvaneciendo. Las imágenes de aquellos años habían perdido su color. Ahora eran difusas. Entiende que lo único que le queda es escribir para no olvidar: “escribir con la desesperación de un hombre que va chupándose la medula de los huesos”.

Watanabe recuerda a Kizuki su mejor amigo y Naoko, su novia. Entre los tres existía una relación estrecha, basada fundamentalmente en la gran amistad entre Watanabe y Kizuki. Éste último decide terminar su vida a los 17 años. Es a raíz de este suicidio que Naoko y Watanabe se dejan ver por más de un año. La universidad es el lugar donde casualmente se reencuentran y a es a partir del reencuentro, que entre los dos se inicia una relación íntima, pero siempre acompañada del fantasma del novio de Naoko. Ambos, Watanabe y Naoko arrastran el trauma por la pérdida de Kizuki, aún así se enamoran, sin embargo, Naoko, no puede sobrellevar una serie de tragedias que empañan su vida y termina recluida en un sanatorio atormentada por sus problemas mentales.

A pesar de todo, Naoko y Watanabe luchan por superar las grandes dificultades que les impiden estar juntos. Separados, ella en el sanatorio y Watanabe en Tokio, no tienen otra comunicación más que por carta. Ellas se constituyen en el vínculo que transmite sus confesiones, miedos e incertidumbres. El delgado hilo que puede ayudarlos a salir de los abismos que habitan. No obstante, Watanabe nunca tendrá la seguridad de que Naoko haya sido verdaderamente suya.

Poco después, también en la universidad, Watanabe conoce a Midori una jovencita alocada e irreverente, es a través de ella que Watanabe renueva sus esperanzas en una mejor vida. Midori simboliza la buena actitud frente a las adversidades. Es una mujer con ansias de amar sin medida, y experimentar todo lejos de cualquier tipo de tabú. Es la luminiscencia que intenta esclarecer la oscuridad en la rutina de Watanabe.

Estos y otros personajes se desenvuelven en una urbe cosmopolita. Un Tokio bordeando los inicios del postmodernismo, donde la soledad y el sinsentido son parte fundamental de cada uno de los personajes, que, siendo jóvenes tendrán que pagar con la vida el precio de alcanzar la madurez. “Es una realidad. Mientras vivimos, vamos criando la muerte al mismo tiempo”.

En la novela, la mayoría de los personajes son frágiles, parecen encontrase siempre entre el límite de la demencia y la cordura. Siempre a punto de quebrase a causa de una serie de situaciones y golpes, fruto de sus complicados contextos. Así Watanabe reflexiona: “Muchos conocidos míos, al llegar a cierto estadio de su vida, deciden sin más terminar con su existencia”.

Tokio Blues, es una novela que encara de forma sencilla la complejidad de interrelacionar una serie de personajes que se encuentran en una etapa crítica de sus vidas, que va más allá del hecho ya por demás complejo de afrontar el proceso de maduración. Cada uno de ellos además, debe cargar una historia propia saturada de miedos y fantasmas.

La genialidad de Murakami sobresale en la caracterización de cada uno de los personajes, siendo éstos profundos y naturales. A decir de Edmundo Paz Soldán, Tokio Blues, es un libro que todo escritor debería tener en su mesa de noche para aprender a construir personajes convincentes. Y más allá de ser no ser escritor, pienso que cualquiera puede entender lo diáfanos que resultan los personajes de Murakami.

En la novela no hay lugar a diálogos forzados o interacciones incoherentes. Es por eso que en el mundo descrito por Murakami, resulta muy normal que una pareja de jóvenes estén en la terraza de una casa bebiendo cerveza, tocando la guitarra y besándose, mientras, el barrio entero a su alrededor arde en un infierno de llamas.

El sexo también está presente, cada escena ha sido magistralmente concebida en la cabeza de Murakami. Los encuentros íntimos llegan en el momento preciso, con una descripción tan clara, que da la impresión de que uno también es parte de esa sesión de besos profundos y caricias intensas, percibiendo los humores que parecen emanar de las páginas del libro.

Música y muerte, las constantes que acompañan la narración, sin embargo, no hay fatalidad, en todo caso, no es más que una simple sucesión de hechos que deben ocurrir.

En TokioBlues Murakami demuestra lo difícil que resulta alcanzar el equilibrio en nuestras vidas y la fragilidad de nuestras existencias. A pesar de la soledad que nos invade, resulta que entre nosotros y todos de los que nos rodean, hay hilo delgado que nos une, y cualquier cosa que hagamos o hagan a nuestro alrededor, tendrá sus consecuencias, buenas o malas.

Y cuando todo ande mal, al igual que en la narrativa de Murakami, nos encerraremos en nuestros cuartos y dejaremos de darnos cuerda.

1 comentarios:

CLARITsS dijo...

fa! creo que en japonés Bhusi es Blues... n estoy segura...lindo oq ahora tengas blog, los cuentos de mas abajo ya los habia leido, un abrazo primo, ya te linkee en mi blog :P avisame pa cuandoo vienes a la paz!!