24 de mayo desde la divergencia

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Los hechos del 24 de mayo de 2008 se volvieron a colocar en la mesa, causando indigestión con la proyección de una serie de imágenes contraproducentes.
Al margen de los apasionamientos y posturas políticas, tratando de ser lo más objetivos posibles, pongamos play y solamente observemos lo que la pantalla revela: seres humanos humillados y agredidos por sus similares. En primera instancia, es necesario aislar el contexto, los móviles y otros detalles que desencadenaron el hecho. Cualquier persona que crea y valide sus derechos, sin dudarlo mucho, afirmará que la imagen de una persona arrodillada ante otra que la somete, 'no es normal', 'no está bien', que finalmente, NO ES JUSTO. Y es que desde ningún punto de vista la violencia puede justificarse, en Sucre o en cualquier parte del mundo.
Ahora bien, veamos el trasfondo de lo que pasó esa jornada sin el ánimo de hacer gala de un análisis de erudición sociológica. En primera instancia, es importante hablar de los antecedentes, y para ello habrá que remitirse a lo sucedido durante el proceso constituyente en Sucre. Haber sido la cuna para la gestación de una nueva Constitución dejó un sabor amargo a la región, tanto por la ceguera y tozudez de los asambleístas y el Gobierno, como por la irresponsabilidad de las autoridades del Comité Interinstitucional. El saldo trágico de este proceso es de común conocimiento, pero lo que dejó además de la amargura, es un profundo resentimiento en gran parte de los sucrenses.
Resentimiento hacia el MAS, el Presidente Evo Morales y todo lo que tiene que ver con ello; no lo digo yo, está en el voto capitalino y obviamente en todo lo que sucedió después, como el 24 de mayo. Se debe mencionar la reincidente ceguera del Gobierno y el presidente, al pretender llegar a Sucre como si nada, a menos de un año de lo que pasó en La Calancha. No se trata de pedir perdón o permiso, sino de no hacerse al loco. Por otra parte, al margen de la rabia y el resentimiento, no se puede justificar que grupos de jóvenes movilizados, portando la bandera rojo y blanco, tomen la representación de toda la población chuquisaqueña para protagonizar actos deplorables.
Lo que pasó ese día no puede ser considerado como un hecho aislado ni tampoco se trata de justificar el hecho, de ninguna manera. Es evidente que hay responsables y tendrían que ser las instancias judiciales las que investiguen y esclarezcan todo. Una comisión de diputados estuvo hasta ayer, en Sucre, con la intención de investigar los detalles del suceso, pero al final (como en todo), fue la política la que protagonizó este ejercicio, que por cierto también debería enfocarse en lo que pasó en La Calancha.
Porque al final de cuentas, las verdaderas víctimas de la violencia política, casi siempre son usadas como bandera de los políticos y agiotistas o terminan recordando, una y otra vez, con dolor lo que les pasó; ante diferentes instancias donde deben declarar.
En fin, es una pena que dos lamentables hechos: La Calancha y el 24 de mayo se hayan constituido en dos navajas que calaron hondo en los pobladores de Chuquisaca, porque campesinos y citadinos afirman que las heridas tardarán en cicatrizar. Dejando de lado a los responsables, más triste aún es constatar que 'la película' fue protagonizada no por hidalgos de sangre azul que buscaban eliminar a los indios, no. Eran mestizos contra mestizos; mestizos que somos todos.