LOS OTROS FRÍOS

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El frío forma parte de nuestras vidas, aunque ésta afirmación tenga su lado oscuro, ya que el frío está presente tanto en la vida, como en la muerte; la muerte física no sería tal sin el entumecimiento por la falta de circulación sanguínea y el consecuente frío, el frío mortal.

¿Será que existe solamente un tipo de frío, un frío común a todas las circunstancias y ocasiones? O es que en realidad habrá una variedad de fríos, como un abanico de sensaciones frígidas?. Pienso que sí, que a lo largo de nuestras existencias vamos experimentando una serie de fríos distintos.

No recuerdo la edad que tenía, creo que simplemente estaba dotado del conocimiento suficiente para saber que existía, sin embargo, éste saberme como algo viviente era confuso, lo único claro era la sensación de ocupar un breve espacio. No reconocía mi forma, tampoco mis detalles, hasta que tuve mi primer contacto con esa superficie plana, argenta e infinita. Un espejo. En esa imagen confluimos todos, yo y los que vendrían más delante; otros yo. Sentí mi primer frío.

En mi niñez conocí a un gato blanco y perfecto. Al principio jugamos, pero luego llegué a odiarlo, creo que por eso murió entre mis manos. Más tarde mi madre se enteraría, y en el momento en que empuñaba el cuero trenzado, mi espalda se estremecía con el sudor que la empapaba. Frío de miedo.

En la adolescencia quería estar con una chica, y sin saber cómo hablar con ella acerca de lo que sentía, le escribí una carta mal redactada y con letra pésima. Me quedé escondido detrás de un pilar, mientras un amigo le entregaba la misiva. Desde ahí pude ver el desdén con que desdoblaba el papel, y la forma resignada con que leía, su hastío al terminar y la saña con que despedazaba la carta. Frío amargo.

Durante los primeros acercamientos a la vida nocturna inundada de alcohol, me quedé dormido en la calle. La borrachera te abre las puertas de un teatro donde todo lo normal se trastoca en grotesco. Las horas transcurren, y con la luz del amanecer te das cuenta que estás casi desnudo y perdido. Hay frío de desamparo.

Otro será el frío del vacío, producto de la soledad aguda. O la angustia de una tarde de julio, cuando estás parado detrás de la ventana, contemplando el caer de las hojas sin poder hacer nada. Muy parecido al frío de la muerte de un pariente, cuando él ya no puede vestirse para su propio entierro y debes ayudarlo.


Estos y otros fríos acompañan espacios y tiempos que vivimos y que vamos a vivir. El frío último nos estará esperando al final del camino. Y si en esta oportunidad aborde el tema es simplemente porque la realidad demuestra que el frío es una tela grande que se ofrece a todos para cortarla, ya que ésta tela no abriga nada.

CHE, LÍDER DE MERCADO

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Las generaciones nacidas después de los violentas décadas de los 60s y 70s, que apenas podían gatear al igual que la recién reestablecida democracia en el país, (generaciones entre las que me incluyo), no tuvimos la posibilidad de sentir en carne propia los efectos de las revoluciones, levantamientos armados, golpes militares y una serie de hechos que ensangrentaron las páginas de nuestra historia. Como consecuencia, con todo lo bueno y lo malo que conllevaron estos procesos, llegamos hasta el sitial donde actualmente nos encontramos.

Es justamente por desconocimiento y la necesidad de aferrarse a determinados símbolos, que en la crítica etapa de la adolescencia, a uno le parece que tener un póster del Che en su habitación, entre otros de bandas de heavy metal, resulta adecuado y subversivo. Una vez fijada la imagen en la pared, un adolescente siente cierta satisfacción, ya es todo un revolucionario, un gran contestatario, con el valor suficiente como para iniciar una revolución desde su cuarto. Y claro, de la vida y obra de Ernesto Guevara, no tiene la menor idea, pero eso no importa: Hoy en día la revolución se hace desde la iconografía.

Todo parece indicar que la imagen revolucionaria del Che, se ha venido desvirtuando por completo, definitivamente se ha convertido en un símbolo comercial que se vende muy bien. Recordemos lo que dijo el Che cuando fue detenido en Vallegrande: el sargento Bernardino Huanca, se alzó de la maleza y le apuntó con su fusil. Según Huanca, el Che le dijo: “No dispare. Soy el Che Guevara. Valgo más vivo que muerto”. Ahora podemos decir con ironía que el Che vale más muerto que vivo.

Sin duda la imagen que pudo captar en su momento cúspide al Che, es la tomada en 1960 por el fotógrafo cubano Alberto Korda. Se trata de la famosa foto: Che, El guerrillero heroico. Korda tomó la clásica foto del Che con su vieja cámara Leica. Se hallaba a unos siete metros de distancia del comandante en una opaca tarde invernal. Eso explica que la imagen no sea muy nítida. Ese día, Korda cubría como fotorreportero de la Revolución el duelo de las víctimas de un sabotaje perpetrado por la CIA. Entre la muchedumbre paneaba la tribuna con su cámara. De pronto, el Che avanzó hacia la primera fila, entonces Korda alcanzó a capturar la imagen en el momento preciso; seguidamente el Che volvía a perderse en el fondo de la tarima. Pero la imagen quedó en el negativo, la misma que siete años después, le regalara Korda al editor italiano Giangiacomo Feltrinelli, quien la difundiría en miles de pósters para sus librerías. La imagen se propaga rápidamente y Korda termina en la pobreza. Si él hubiera pedido derechos de autor por aquella foto, seguramente se habría hecho multimillonario.

Hay muchas razones que hicieron que esta imagen trascienda tanto hasta convertirse en uno de los íconos más reconocidos en todo el planeta: está la figura emblemática del Che como estandarte revolucionario, los contextos conflictivos de la época y tal vez, la razón más importante, el hecho de que haya sido asesinado antes de tiempo. Y es que la muerte, en ciertos casos, resulta ser el preludio a la inmortalidad.

Ahora bien, luego de la muerte del Che en Bolivia en 1967, y gracias a la difusión masiva de la fotografía por Feltrinelli, además de la posterior publicación del Diario del Che en Bolivia, poco a poco la efigie del revolucionario ha ido cobrando importancia en diferentes espacios y estamentos sociales, es así, que ya no es sólo la foto de Korda, sino la imagen toda del Che que se hace cada más popular.

Al margen de las organizaciones sociales que se han ido apropiando de la imagen del Che como símbolo y bandera en sus luchas, ha habido otros espacios más urbanos en los que el Che se hace vigente. Bandas como Rage Against the Machine, que con su ideología política radical izquierdista, se ha manifestado en numerosas ocasiones contra la política del gobierno de Estados Unidos, y como activista a favor de los movimientos Zapatistas en México, se ha identificado con la imagen del Che, promocionándola asociada a su canción Bombtrack (la huella de la bomba).

Pero desde hace mucho tiempo las fotos e imágenes del Che, han pasado de ser símbolo de las luchas sociales en los cinco continentes, a imágenes de “marca” de una amplia variedad de productos de consumo, generalmente asociados a posturas esnobistas.

En Internet existe un sitio que debería visitar el propio Ernesto, se llama: The Che Store (www.thechestore.com). Es una tienda virtual, que bajo el sugerente eslogan: “For all your revolutionary needs” (Para todas tus necesidades revolucionarias), vende productos relacionados con el Che. Es una página que tiene una variedad de artículos: encendedores, pósters, poleras, llaveros, cinturones, sudaderas, gorras, discos, libros, chamarras militares, morrales, insignias, sellos, postales, pantalones, mochilas, etc. etc. Es decir que se trata de una boutique que promociona y difunde con éxito la moda revolucionaria y que además maneja muy bien sus políticas comerciales de venta global, aceptando tarjetas Visa, American Express o Mastercard.

A estas alturas queda claro que la imagen del Che es tan popular que se la puede encontrar ya sea en el billete de 3 pesos cubanos o en un puesto de afiches y figuritas del mercado, entre fotos de Britney Spears y pósters del Club Bolívar.

Resulta fácil, sino barato colgar en la pared la foto del Che, ponerse una polera rojo y negro con el Che en el pecho o comprase el diario del Che como yapa del periódico de domingo. La tarea verdadera debería estar en leer e investigar la vida y obra de un hombre, un ser humano como cualquier otro, que siguió una ideología y que probablemente haya decidido morir por ella. Pero al empaparse de un personaje como el Che, habrá que hacerlo desde una perspectiva critica y madura, considerando tanto sus grandes aciertos, como sus grandes errores, porque, en su condición de ser humano (no divino), tuvo su lado negativo en contraposición a su lado positivo. Habría que hacer un análisis del proceso en la vida del Che; qué beneficios aportó a la humanidad y en qué otros aspectos no consiguió nada.

Y si tan revolucionarios nos consideramos, también tendríamos que reconocer que en nuestro territorio, figuras emblemáticas propias, no nos faltan: están Tupac Katari, Bartolina Sisa, Tomás Katari y otros tantos completamente desconocidos, que son los que generalmente mueren cuando la sangre se derrama en nuestros campos y ciudades. Pero claro, ésos, los otros, no venden bien y queda bastante claro que, a diferencia del Che, la muerte sólo los dejó en el olvido.

DICCIONARIO DE SEGUNDA MANO

13:58 3 Comments


Esta es una breve lista de acepciones que deberían figurar en cualquier diccionario; y que, sin embargo parecen haber obviado. No importan las razones, es por eso que me ofrezco a colaborar con algunas definiciones.

Coleccionista de estampillas. Persona con serios problemas de correspondencia. Prácticamente un dinosaurio en tiempos de e-mail.

Coleccionista de ropa interior. Adjetivo referido al individuo que atesora prendas íntimas como curriculum y/o trofeo de batallas libradas en campos de sábanas.

Coleccionista de piedras. Amante fiel de la madre tierra; a cuyo cargo quedaron los chiquillos, sus eternas y pequeñas criaturas.

Coleccionista de huesos. También llamado médico. Especialista en medicina forense, se la pasa intentando encontrar alguna pieza ósea que aún no haya sido descubierta por la ciencia.

Coleccionista de llaveros. Típico critico despistado. Tiene pánico a quedarse fuera de cualquier ambiente que tenga cuatro paredes y una puerta con cerradura.

Coleccionista de cajetillas de cigarros. Persona que al igual que un gran deportista con sus trofeos, se llena de satisfacción embelesándose con las miles de cajas consumidas.

Coleccionista de fotos. El tiempo su enemigo acérrimo. Se obsesiona con los instantes atrapados en papel kodak. Normalmente carece de memoria y necesita fotografiar cada instante importante de su vida; su existencia misma se compone de flashes e imágenes.

Coleccionista de botellas. Miembro activo del club de alcohólicos declarados. Su obsesión: que el hígado y todo el cuerpo resistan hasta poder haberse bebido todos los licores habidos y por haber.

Coleccionista de música. Instrumento fundamental: audífonos. Melómano con fuerte tendencia al ensimismamiento. Cree obstinadamente que la vida toda no le va alcanzar para poder escuchar toda la música existente.

Coleccionista de tarjetas telefónicas. Individuo absolutamente incomunicativo. Padece de alergia a los teléfonos públicos. Su objetivo es obtener todas las tarjetas del mundo y así evitar que las personas puedan comunicarse entre ellas.

Coleccionista de monedas. Persona que vive en la pobreza absoluta. Come muy poco, prefiere el brillo metálico al del sol. Piensa envejecer apilando sus atesoradas monedas.

Coleccionista de postales. Persona que jamás salió de su ciudad, pero que a pesar de ello, conoce los lugares más increíbles del mundo como Simbad el marino.

Coleccionista de libros. Obsesivo compulsivo, necesita que sus libros sumen y sigan hasta poblar todo su espacio circúndate. Su objetivo en el largo plazo es morir ahogado entre cada palabra, punto y coma.

Con este humilde aporte al enriquecimiento de nuestro repertorio verbal espero haber dejado satisfechos a los tantos como yo, aficionados a recolectar un sin fin de objetos, desde los simples hasta los más extravagantes.

EL BLUES DE MURAKAMI

7:30 1 Comments


Gracias a una excelente recomendación, tuve mi primer contacto íntimo con el mundo de Haruki Murakami, a través de su novela Tokio Blues Norwegian Wood. Una experiencia memorable.

Como el mismo Murakami lo dice: la memoria es algo extraño. Es verdad que tenemos muchas cosas que nos ayudan a no olvidar; están las fotos, las cartas, los regalos. Sin embargo, estos objetos pueden ser extraviados, escondidos u olvidados, intencionadamente o no. En cambio, la música es una brisa libre y soberana que no deja de soplar. No es necesario que tengamos un disco con esa canción especial, esa que está ahí cerca, aguardando el momento adecuando para la audición. No. Cuando menos lo esperamos o deseamos, tiempo y espacio confabulan, y desde algún rincón del mundo, la melodía de esa canción se hace presente y con ella, las imágenes, que una tras otra pasan frente a nuestros ojos, como fotografías de un tiempo que parecía haberse perdido en los laberintos de la memoria.

Norwegian Wood de los Beatles, es la canción que da pie a la historia de esta maravillosa novela. Watanabe está en un aeropuerto de Alemania muy lejos de su Japón natal. Una cadencia proveniente de cualquier lugar llega a hasta sus oídos, es la guitarra de John Lennon y la voz de Paul McCartney. Es Norwegian Wood. Invadido por un sentimiento de vacío, Watanabe recuerda los años tortuosos de su adolescencia en Tokio, los amigos y las personas que de una u otra forma estuvieron cerca de él en esa etapa entre sus 18 y 20 años. Se da cuenta que todo aquello que en algún momento pareció formar parte imprescindible de su vida en aquella época, se le iba desvaneciendo. Las imágenes de aquellos años habían perdido su color. Ahora eran difusas. Entiende que lo único que le queda es escribir para no olvidar: “escribir con la desesperación de un hombre que va chupándose la medula de los huesos”.

Watanabe recuerda a Kizuki su mejor amigo y Naoko, su novia. Entre los tres existía una relación estrecha, basada fundamentalmente en la gran amistad entre Watanabe y Kizuki. Éste último decide terminar su vida a los 17 años. Es a raíz de este suicidio que Naoko y Watanabe se dejan ver por más de un año. La universidad es el lugar donde casualmente se reencuentran y a es a partir del reencuentro, que entre los dos se inicia una relación íntima, pero siempre acompañada del fantasma del novio de Naoko. Ambos, Watanabe y Naoko arrastran el trauma por la pérdida de Kizuki, aún así se enamoran, sin embargo, Naoko, no puede sobrellevar una serie de tragedias que empañan su vida y termina recluida en un sanatorio atormentada por sus problemas mentales.

A pesar de todo, Naoko y Watanabe luchan por superar las grandes dificultades que les impiden estar juntos. Separados, ella en el sanatorio y Watanabe en Tokio, no tienen otra comunicación más que por carta. Ellas se constituyen en el vínculo que transmite sus confesiones, miedos e incertidumbres. El delgado hilo que puede ayudarlos a salir de los abismos que habitan. No obstante, Watanabe nunca tendrá la seguridad de que Naoko haya sido verdaderamente suya.

Poco después, también en la universidad, Watanabe conoce a Midori una jovencita alocada e irreverente, es a través de ella que Watanabe renueva sus esperanzas en una mejor vida. Midori simboliza la buena actitud frente a las adversidades. Es una mujer con ansias de amar sin medida, y experimentar todo lejos de cualquier tipo de tabú. Es la luminiscencia que intenta esclarecer la oscuridad en la rutina de Watanabe.

Estos y otros personajes se desenvuelven en una urbe cosmopolita. Un Tokio bordeando los inicios del postmodernismo, donde la soledad y el sinsentido son parte fundamental de cada uno de los personajes, que, siendo jóvenes tendrán que pagar con la vida el precio de alcanzar la madurez. “Es una realidad. Mientras vivimos, vamos criando la muerte al mismo tiempo”.

En la novela, la mayoría de los personajes son frágiles, parecen encontrase siempre entre el límite de la demencia y la cordura. Siempre a punto de quebrase a causa de una serie de situaciones y golpes, fruto de sus complicados contextos. Así Watanabe reflexiona: “Muchos conocidos míos, al llegar a cierto estadio de su vida, deciden sin más terminar con su existencia”.

Tokio Blues, es una novela que encara de forma sencilla la complejidad de interrelacionar una serie de personajes que se encuentran en una etapa crítica de sus vidas, que va más allá del hecho ya por demás complejo de afrontar el proceso de maduración. Cada uno de ellos además, debe cargar una historia propia saturada de miedos y fantasmas.

La genialidad de Murakami sobresale en la caracterización de cada uno de los personajes, siendo éstos profundos y naturales. A decir de Edmundo Paz Soldán, Tokio Blues, es un libro que todo escritor debería tener en su mesa de noche para aprender a construir personajes convincentes. Y más allá de ser no ser escritor, pienso que cualquiera puede entender lo diáfanos que resultan los personajes de Murakami.

En la novela no hay lugar a diálogos forzados o interacciones incoherentes. Es por eso que en el mundo descrito por Murakami, resulta muy normal que una pareja de jóvenes estén en la terraza de una casa bebiendo cerveza, tocando la guitarra y besándose, mientras, el barrio entero a su alrededor arde en un infierno de llamas.

El sexo también está presente, cada escena ha sido magistralmente concebida en la cabeza de Murakami. Los encuentros íntimos llegan en el momento preciso, con una descripción tan clara, que da la impresión de que uno también es parte de esa sesión de besos profundos y caricias intensas, percibiendo los humores que parecen emanar de las páginas del libro.

Música y muerte, las constantes que acompañan la narración, sin embargo, no hay fatalidad, en todo caso, no es más que una simple sucesión de hechos que deben ocurrir.

En TokioBlues Murakami demuestra lo difícil que resulta alcanzar el equilibrio en nuestras vidas y la fragilidad de nuestras existencias. A pesar de la soledad que nos invade, resulta que entre nosotros y todos de los que nos rodean, hay hilo delgado que nos une, y cualquier cosa que hagamos o hagan a nuestro alrededor, tendrá sus consecuencias, buenas o malas.

Y cuando todo ande mal, al igual que en la narrativa de Murakami, nos encerraremos en nuestros cuartos y dejaremos de darnos cuerda.

COSAS DE LA TIMIDEZ

7:04 0 Comments


Esta noche afortunadamente aún hay asientos vacíos en el último micro que sale. Sentada al lado de la ventanilla, espero que el conductor decida si su instrumento de trabajo está lo suficientemente cargado como para partir.

Me aíslo y trato de restar importancia a los inconvenientes típicos de un vehiculo de servicio publico: el asiento incomodo, las miradas escrutadoras del chofer a través del retrovisor, el llanto de algún bebe por no estar dormido a estas horas, el monótono ritmo de la música tropical, en fin.

El golpe con su maletín en el brazo me saca del encierro, él se disculpa y con una sonrisa cordial deja caer su cuerpo sobre el asiento del lado. Un incidente que se repite en escenarios como este; si no es una señora voluminosa, es el bastón de algún anciano, o los vendedores que también son imprudentes.

Preferiría que todos los micros cuenten con asientos personales, de esta forma la gente podría aprovechar de hablar consigo misma, y no verse en la implícita obligación de actuar como un animal social.

Mi compañero de viaje, levanta su maletín y lo posa en sus piernas, abre el cierre y extrae un libro. Qué gran casualidad, yo terminé de leer el mismo libro hace como dos semanas.

De no haber sido por el hecho de que éste individuo coincide con mis preferencias en cuanto a la lectura, nunca me habría percatado de sus atractivos rasgos: tiene el pelo lacio, negro y bien cuidado, la nariz fina, grandes pestañas...

-Hola... mmmm... Disculpa... disculpa que interrumpa tu lectura, es que yo también leí ese libro y quería comentarte que es muy bueno.

-Hola... eh.... no importa, de todas maneras, aquí la luz no me ayuda con las letras pequeñas. Bueno, voy por la mitad del libro y hasta ahora me tiene atrapado, es por eso que aprovecho cualquier oportunidad para continuar leyéndolo, incluso en el micro.

-¿Y dónde lo conseguiste?, es un libro difícil de encontrar.

-Me lo prestó un amigo... y ¿cómo te llamas?

-Cecilia, ¿tu?

- Yo soy Rodrigo. Dime, ¿qué haces?

-Estudio derecho, me falta poco para acabar la carrera. A parte de eso, me gusta leer, escribir... en realidad eso trato.

-Ah, qué bueno. Cada vez menos personas se dedican a las letras.

Yo trabajo en un museo, soy antropólogo y en mis ratos libres, me dedico a leer. Me hubiera encantado dedicarme también a escribir; pero hay escritores tan buenos que no creo que exista cabida para un aficionado como yo.

-No se, creo que todo depende de la pasión que uno siente por lo que hace.

-Sí, puede ser, y ¿qué es lo que escribes?

-Empecé escribiendo poemas, después me animé a escribir cuentos. Tengo varios escritos que pienso publicar algún día.

-Qué interesante, me gustaría poder conocer tu trabajo, claro, si es que me lo permites.

-Cómo no, me gustaría mucho. Además estoy buscando críticas que me ayuden a mejorar.

-¡Perfecto! Entonces, dame tu número, yo te llamo. Podríamos ir a tomar un café y así revisamos tus textos.

-¡Claro!, toma éste es mi número, estoy en mi casa a partir de las diez y media...

¡Esquina por favor!...

Ahora estoy sola, el asiento del lado está vacío. Perdí el tiempo delineando una conversación imaginaria e inconclusa. Dejé que él se fuera sin haberle dirigido una sola palabra.

COMO AGUA FRIA

20:41 42 Comments


Viernes, viernes de soltero, nunca había fallado a la cita con los tragos más selectos e infames que el mercado de esta urbe me podía ofrecer. Aunque en realidad, para mí, de lunes a lunes no existe diferencia, porque todas las jornadas son de soltero. Y no es que me queje, es sólo que hasta ahora, cuando en mi edad ya coqueteo al digito tres, ninguna mujer ha visto en mis defectos cualidades y en mis cualidades solo eso, cualidades.

Hace mucho que tengo el hábito de beber. Disfruto tanto de ese sabor aguardentoso quemando mi garganta.

De tres de la tarde a diez de la noche estuve en el bar de los amores extraviados, ingiriendo grandes cantidades cerveza como si fuera la última vez. Solo o acompañado, invitando o siendo invitado.

Como aún el cuerpo resistía y la sed todavía no cesaba, tomé un taxi rumbo a uno de los karaokes más concurridos de la cuidad. Ahí me la pasé invitando tragos a la gente que me sonreirá o que simplemente levantaba su copa. Cantando las canciones de moda trataba de conquistar a cualquier mujer.

Era bastante tarde cuando busqué en mis bolsillos y la billetera, para encontrar las ultimas monedas que me permitan terminar la noche con un trago de consuelo, y así, retirarme en paz con mi hígado, atontar un poco más los sentidos y de esa forma olvidar los rechazos e indeferencias del sexo opuesto. Lamentablemente, los apéndices que adornaban mi pantalón, no quisieron escupir ni un centavo más.

Debía pagar un par de tragos, y como no tenía con qué, me echaron a la calle desolada y fría. Ni modo, a enfrentar el aire gélido de la intemperie y amarrar bien los zapatos para que ellos no tropiecen y recuerden correctamente el camino a casa.

No sé cuánto tiempo estuve caminado, en realidad, creo que me perdí y deambule sin rumbo. Seguramente es por eso que no recuerdo cómo llegué a esta arboleda y lo que más me sorprende, es que haya venido hasta este paraje acompañado de una mujer. Sí, una mujer, es realmente increíble.

La situación me aturde de verdad, por eso no digo nada. Sólo dejo que ella haga lo suyo; siento su mano en mi pecho, y la otra que empieza a palpar mis nalgas.

Poco a poco va soltando uno a uno los botones de mi camisa. Juega con los bellos y lentamente va descendiendo hasta encontrarse con mi sexo para estrujarlo y manosearlo con ansias. Mientras, unos gemidos y ruegos dejan escapar sus labios que se camuflan entre la cabellera abundante y rubia.

Trato de avivar un poco los sentidos para dejar de ser víctima y convertirme en victimador. Ordeno a mis manos que también se decidan a palpar y descubrir, éstas atraviesan los pliegues de su blusa y buscan afanosamente ese par de senos medio descubiertos por el escote. Me da la impresión de que son demasiado blandos, hasta flácidos, sin embargo, el gran tamaño de éstos supera cualquier inconveniente. Reconozco con mis labios y la lengua sus pezones duros y cada vez más colorados. Entonces, la desesperación empieza a invadirme y quiero poseerla de una vez sin importar nada, dejo en paz los pechos y decidido busco el pubis de esta mujer impetuosa. Siempre ignorando el motivo por el que se animó a revolcarse conmigo. Seguramente será una prostituta y al terminar este encuentro sexual clandestino, me pedirá que le pague por sus gratificantes servicios. No me quedará otra que enseñarle mi billetera vacía y convencerla de que le debo el favor, que la próxima vez le pago el doble.

Ella se resiste impulsivamente, no quiere que yo hurgue esa región de su cuerpo. Se agacha velozmente y gira sobre sus talones, y angustiada me entrega sus grandes nalgas. No quiero caer en su juego, por eso la obligo a voltearse, y aprovecho un descuido suyo, para violentamente tomar posesión de sus genitales. Entonces, más rápido de lo que esperaba, mi erección y la borrachera de todo el día se cortaron en un instante.

La persona con la que estuve retozando, con la que ansiaba desfogar mis deseos carnales reprimidos, está provista de un pene igualmente proporcional al mió. Es el momento en el que esta persona se descubre completamente y con una voz gruesa y varonil, súplica y me pide que me quede con ella a pesar de todo. No puedo resistir la decepción y el engaño, empujo violentamente a este individuo y en una carrera frenética me alejo de la arboleda.

Aturdido y bajoneado, más sobrio que en lunes a las siete y media de la mañana, retomo el camino a casa. Quiero agarrar un taxi. Instintivamente busco en mis bolsillos y descubro que aprovechando los lances eróticos, a pesar de que no ya tenía plata, mi billetera fue sustraída por mi amante enmascarada. Me reprocho incansablemente por ser tan incauto.

Que me sirva de escarmiento para adaptarme y asumir mi soledad, porque es mejor pasar el resto de mis días como un soltero abstemio, a estar desahogando mis pasiones con personas que no tienen las cosas en su lugar, donde mi madre me enseñó que deben estar.