Es 30 otra vez. Hoy cayó domingo y por eso Huguito está en casa. Fidel, su padre, volvió en la mañana, medio borracho y a pesar de ser 30 se fue directo a la cama sin decir nada.
Huguito es el más preocupado, no entiende por qué su padre no alistó la encomienda. Se acerca el medio día. Sabe que a esta hora ya salía a la puerta y se sentaba a esperar.
Cada 30 se repetía la misma imagen: su viejo fumando sin descanso con la mirada perdida en ese trío de costales llenos de coca; más de 4.000 bolivianos regalados cada mes, sólo para que lo dejen vivir tranquilo.
Estoy cansado, le decía al pequeño alguna vez que soltaba una palabra demás en medio de la cena. Luego seguía un prolongado silencio que daba pie un suspiro hondo y resignado. Fidel terminaba lo poco que quedaba en el plato y se iba acostar para levantarse temprano e ir a trabajar en su parcela.
Huguito puede ver la piel morena de su padre a través de los huecos de su camiseta. Observa cómo su espalda se levanta casi imperceptiblemente al compás de su respiración tranquila. Si no fuera por la fecha, Huguito pensaría que Fidel sólo se recupera de una borrachera, que con unas horas de sueño volverá a estar bien. Pero no es así, y por eso trata de olvidar todo mientras se las ingenia improvisando un juguete con unos plásticos viejos.
Entonces Fidel se da la vuelta. Huguito detiene la respiración y por un momento se encuentra con los ojos de su creador. No se dicen nada, pero el pequeño nota algo distinto en esa mirada. Se agacha y sigue jugando.
Fidel, sentado en la cama se toma la cabeza y como si fuera autista balancea su cuerpo adelante y atrás. Se levanta, recoge un vaso del piso y lo llena con agua del turril. Bebe, bebe todo lo que puede una y otra vez hasta que termina vaciándose el contenido del último vaso en la cabeza. Vuelve a la cama y se sienta de nuevo.
- Huguito, vete a jugar afuera, necesito pensar.
El pequeño sale en silencio y cierra la puerta tras de sí. Afuera el sol lo ciega, parece que el techo de su casa resguardara permanentemente a la noche, siempre está oscuro adentro.
Algo lo inquieta; hace mucho calor y las chicharras no dejan de emitir ese molesto ruido. Pero esa no es causa; Aníbal, el milico, ya debe estar por venir. El pequeño quiere entrar; preferiría, como siempre, no estar afuera cuando llegue ese tipo.
Huguito camina lento hacía la puerta y siente el peso de su cuerpo en cada uno de los pies. Todo está oscuro y la rendija es muy pequeña, pero luego se acostumbra. Ahí está Fidel, yace sentado en la cama. Parece que limpia algo con un trapo blanco, pero no puede distinguir de qué se trata. Es largo, presume Huguito al ver cómo el trapo desciende y vuelve a subir. Luego la tela blanca desaparece y apenas puede distinguir la figura de su padre todavía sentado. No comprende qué hace con las manos. Fidel se levanta y ya no hay forma que lo pueda ver.
- Huguito, ¡entra de una vez! Quédate adentro, ya va ser hora...
Huguito vuelve a sentarse en el piso, intenta retomar el juego, pero la curiosidad le provoca escozor en las manos. Con la mirada escruta el cuarto y todo parece igual. Fidel una vez más yace al lado del turril bebiendo agua sin parar. Entonces el pequeño se detiene en los pies de su viejo, hay algo que no cuadra entre ambos; sí alcanza el brillo del borde metálico de una culata. Huguito levanta sus párpados todo lo que puede, mientras siente hielo en el estómago. Quiere decirle algo a su padre, pero no le sale ni una palabra.
- ¡Fidel!, ¡Fidel! ¡dónde estás Fidel! ¡por qué no hay nada aquí carajo!
Como si hubiera estado sentado en un nido de hormigas, Huguito se levanta de inmediato. Abre la puerta con una fuerza que él mismo desconocía. Sí, es Aníbal… mira su uniforme, su palo amenazante, sus ojos bajo ese ceño fruncido… escucha a su padre detrás, quiere gritar pero su garganta seca no emite ningún sonido.
Día 30
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HORARIO INFANTIL
- Niños y niñas: ¿cuál es su programa favorito?
- El show del tío de Joordiiiii!!
- Sí, claro que sí queridos amiguitos.
- Este es su programa el show del tío Jordí!!
- Pero sigamos niños. Como saben en este segmento del programa tenemos el concurso del tío adivinadoooor. Tengo en este momento a dos amiguitos: a ver chicos díganme cómo se llaman.
- Pamela Andrea Sánchez Jiménez, ¡tío!
- Uh… ¡qué gusto Pamelita!
- ¿Y tú amiguito?
- Yo me llamo José Clemente Perales, pero me dicen Pepitope…
- Ah… ¡qué lindo apodo muchacho!
- Pero bueno, empecemos chicos, ¿están listos?
- Sííííííí
- A ver, a ver… escuchen muy bien: Con unos zapatos grandes, y la cara muy pintada, soy el que hace reír a toda la chiquillada… ¿qué es?
- Yo, yo, yo, yo ¡yo!
- Primero las damas. Entonces, Pamelita, ¿qué es?
- Tú, tú tío Jordi, ¡tú!
- Jajajajaja, no Pamelita, no soy yo, qué lástima querida. Como te equivocaste, entonces le daremos una oportunidad a Pepitope y si se equivoca será una pena porque me quedaré con el premio…
- Mmmmm…. ¿el payaso tío Jordi?
- Sííí, es el payasooooo. Felicidades amiguito, como respondiste bien te ganaste tres entradas para la película: “El gato con botas” para que vayas a verla con tu papás o tus hermanitos. ¿Cómo te sientes?
- ¡Muy feliz tío Jordí!
- ¡Qué bueno pequeño! Entonces, niños y niñas, es hora de ir a un corte comercial y ya volvemos…
- No, no, una cosita más por favor Tío Jordi, por favor.
- Claro niño, ¡adelante!
- Sí…. quiero saludar a mi mamá y a mi papá que seguro me están viendo en la casa. Quiero decirles que los quiero mucho y que vamos a ir al cine juntos…
Hola, negra… sí, soy yo. Todavía estoy en el trabajo. Sí, ya sabes que mi jefe me tiene sin vida. No podré pasar por el canal para recoger al pequeño, lo siento. Sí, por favor, ve tú, nos vemos en la casa. Te amo.
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TE LO ADVERTÍ
Siempre decías que mis besos eran únicos, que te hacían sentir cosas extrañas, que eran lo más próximo a un orgasmo sin coito, y que igual que en un encuentro sexual, terminabas agotado.
Recuerdo que la primera vez que te acercaste a mí pude sentir tu olor penetrante. Había tanta gente a mí alrededor bailando que parecía poco probable poder percibir algo que no sea el humo y la sal de los cuerpos contoneándose. Sí, pasaste cerca y casi lograste evitar el contacto con mi piel, pero era imposible con tanta gente presionando por todos lados. De nada sirvió que levantes los brazos, sentí el roce de tu pecho en mi espalda y sin necesidad de darme la vuelta sabía que eras tú. Tu esencia te delató, ya nada podías hacer.
El resto fue fácil, unas cuantas miradas sugerentes e incisivas, un poco de alcohol de por medio y ahí estábamos los dos en mi cama, enredados en una pelea salvaje para vencer al otro. Sí, es verdad, esa noche ganaste, me poseíste en todos los sentidos, pero ahora puedo decirte que era eso justamente lo que quería, que pienses, que sientas, que creas.
Te dije que era una mujer difícil, que no me interesaba tener una relación estable, qué sólo estaría contigo cuando se me antoje. Hasta te advertí que era peligrosa. Todavía recuerdo tus carcajadas y esa mirada de macho seguro que quisiste proyectar conmigo.
Bueno, tú te animaste, corriste el riesgo, no me escuchaste. De qué me sirvió saber que eras buen tipo, un poco coqueto, pero bueno al fin; de nada, eso es seguro.
Te dije que no me gustan las flores, las citas en cafés íntimos, los besos diurnos y los pasos de media tarde, pero de todas formas insistías y te desilusionabas también. Qué te puedo decir, perdiste tu tiempo tratando de conquistarme con boberías.
Luego las quejas, tus malditas quejas; que sólo te buscaba por el sexo, que desaparecía de tu vida sin decir nada, que nunca me podías encontrar de buen humor, en fin. Creo que intentaba cuidarte, pero insisto, de nada sirvió. Eras un cordero blanco, inocente, confiado, estúpido y enamorado.
Acuérdate, te lo dije: será la última vez que te vea, confórmate con mis besos y aléjate de mi vida porque luego será tarde. No me hiciste caso, quisiste llegar hasta el final, no pudiste aguantar el fuego que quemaba tus pantalones.
Ya no pude fingir más, había luchado contra mi apetito en muchas oportunidades, buscado desahogarme con otros cuerpos antes que mostrarme tal como soy contigo.
Es tarde. Y ahora, con toda franqueza, lo digo frente a lo que queda de ti en esta cama sucia, testigo de esta carnicería: no me arrepiento. Ya no puedes mirarme, ya no puedes sentirme, ya no puedes amarme; tus ojos yacen nadando en mi estómago entre los pedazos de tu corazón y la sangre de tus entrañas.
No me arrepiento, te extraño. Pero la noche es larga y tengo ganas de salir…
SE ACERCAN Y NO ME PUEDO IR
Tengo muchas hojas, pero se están cayendo. Soy un roble grande y viejo, estoy antes de que los humanos hayan pisado este suelo. Todavía era joven cuando esas comunidades que están allá, pasando el río, decidieron instalarse en la región, pero entonces a pesar de mi juventud ya era alto y podía ver desde acá lo que hacían y cómo vivían. Ellos nos miraban desde abajo con respeto y recogían los frutos que caían de nuestras ramas.
Pero las cosas dejaron de ser así hace mucho tiempo, porque ahora las casas están vacías; sus habitantes se fueron, familias enteras con sus abuelos e hijos pequeños incluso. Eso fue cuando llegaron las tropas con sus armas, sus escudos y sus gases tóxicos, obligando a la gente a salir de la aldea y escapar para salvar sus vidas. Muchos murieron y sólo sus cadáveres quedaron secándose en la orilla del río.
Desde que los sacaron de este lugar todo empezó a cambiar. Al principio hubo silencio, en realidad eso que se llama silencio acá; es decir sólo se escuchaba al bosque y los sonidos de las criaturas que lo habitan. Pero luego ese silencio se rompió cuando a lo lejos columnas de humo negro comenzaron a levantarse por sobre el verde de las copas de los árboles. Es impresionante pues ese humo negro se fue acercando lentamente, cada día lo podía observar más y más cerca de aquí, tanto que su olor amargo empezó a colarse entre mis hojas. Luego verifiqué con claridad que el humo provenía de un ejército de maquinas amarillas casi tan grandes como yo, operadas por un contingente de humanos vestidos con ropas de color naranja. Imparables, avanzaban abriendo una gran zanja en el bosque, una herida que arrasaba con todo lo verde dejando a su paso una profunda cicatriz de lodo.
Antes todas las tardes terminaban con el paso de los bufeos, los delfines de agua dulce, que volvían de pescar. Luego las chicharras empezaban su concierto para despedir el sol y daban paso a los murciélagos que salían en grandes bandadas para comer frutos nocturnos. Pero desde que las maquinas llegaron al frente, a la orilla del río, y empezaron a tender esa estructura de cemento todos se fueron: los monos y pumas se escaparon al interior del bosque, los insectos no dejaron ni rastro como si se los hubiera tragado la tierra, las aves se fueron tan lejos como sus alas se lo permitieron, hasta las pirañas huyeron contra la corriente; cómo podían seguir viviendo aquí, si el río está manchado de aceite y combustibles.
Pero nosotros seguimos aquí, los que vivimos para quedarnos donde nacimos. Tengo muchas hojas, pero se están cayendo, soy un árbol de los más viejos del Sécure, pero ni mis años, ni la fortaleza de mis raíces podrán detener a estos asesinos del bosque. Cada amanecer dejó de ser una dicha, una oportunidad para dar gracias por el aire que respiramos; ahora es más bien una tortura. Aquí, delante de mí, cada mañana continúa dibujándose un paisaje desolado; arrasaron con toda la vida que florecía en este lugar. Comprendo que una vez que pasen sobre mis huesos, las máquinas no se detendrán, harán lo mismo con mis compañeros que tiemblan con su avance implacable. Si tan solo pudiéramos huir como los animales, los peces, las aves…
Han pasado varios días y casi no me quedan hojas en el cuerpo; se fueron cayendo durante todo este tiempo, las primeras de pena, de miedo, las otras porque mi sangré ya no pudo alcanzarlas para mantenerlas con vida. Y es que si van a matarme por qué no lo hacen rápido, por qué el sadismo de sus motosierras, que lo único que hacen es alargar mi agonía. Por fin, ahora sí tocaron mi corazón, se desangra, sé que voy a caer, voy a caer. Todo está perdido, ojalá terminen pronto… pero no puedo dejar de preguntarme, ¿qué vendrá después?
COLONIALIDAD, RACISMO Y TEATRALIDAD DEL PODER
Este ensayo pretende explicar desde una mirada crítica una de las expresiones más vívidas de racismo y discriminación que se registró en Bolivia durante los últimos años, se trata del caso denominado “24 de Mayo”.
A manera de reseña
Luego de un proceso político crítico y violento que enfrentó al Gobierno de Evo Morales con el movimiento cívico de la ciudad de Sucre en el marco del desarrollo de la Asamblea Constituyente, el 24 de mayo de 2008, el presidente planeó asistir a la celebración de la efeméride de esta ciudad. El mandatario tenía programado entregar equipamiento para el área rural y con este motivo, cientos de campesinos e indígenas se trasladaron a la urbe para recibirlo.
Sin embargo grupos de citadinos, en su afán de evitar la llegada de Morales, se enfrentaron a los indígenas capturando a cerca de 30 personas que fueron obligadas a marchar hasta la plaza 25 de Mayo en un peregrinaje marcado por el racismo expresado en insultos, increpaciones y violencia física y simbólica. Finalmente, en la plaza los indígenas fueron sometidos a desnudarse el torso, arrodillarse y quemar sus símbolos; a gritar consignas contra el presidente Morales y a favor de la capital, Sucre. Algunos de los vejados incluso fueron sojuzgados a besar el suelo y la bandera de la ciudad.
El corpus
Para poder aplicar las categorías de interpretación al hecho, se construyó un corpus haciendo una segmentación de la trama desarrollada a lo largo de la jornada del 24 de mayo. Es así que se definió trabajar, al margen del contexto general, sobre uno de los momentos críticos de lo sucedido, cuando en plaza 25 de Mayo dos campesinos fueron obligados a hincarse y repetir consignas que a continuación se reproducen como extracto de las filmaciones realizadas ese día:
Agresor 1: ¡Gritá, gritá! ¡gritá Sucre te quiero!
Campesino: Sucre te quiero.
Agresor 1: Sucre capital constitucional de Bolivia
Campesino: Sucre constitucional capital de Bolivia
Agresor 1: Nunca voy a ser del MAS
Campesino: Yo estoy contigo Sucre
Agresor 1: Di que no eres del MAS…
Agresor 2: Ahí está otro más, a este más.
Agresor 1: ¡Gritá puta! ¡Gritá carajo!
Sin darle tiempo para responder, éste es obligado a besar el “suelo” de la Casa de la Libertad y la bandera de Sucre.
“Sucre de pie, ¡Evo derrotado!”, es el grito generalizado de los agresores.
Racismo y la zona del no ser
El racismo es un fenómeno social que se instauró en América de la mano de la conquista y a lo largo del tiempo se estableció como una forma de dominación, primero protagonizada por los españoles y posteriormente aplicada en la época republicana por las élites criollas liberales.
En nuestro caso, el hecho presenta muchas aristas y posibilidades de abordaje, sin embargo la intención es pensar el corpus entorno a la perspectiva colonial–decolonial, desde los aportes de Ramón Grosfoguel, Frantz Fanon y Walter Mignolo, cuya lectura da mayores luces para realizar una interpretación más cabal del objeto de estudio.
El racismo está ligado a la construcción racial de clases en América, fue justamente el proceso de estratificación de razas el que determinó las relaciones de poder entre los sujetos sociales. Las castas, (término acuñado y empleado por los colonizadores) fue el argumento que permitió delimitar una geografía racial fruto de las mezclas entre indios, negros y españoles, claro que respecto al primer término, se debe aclarar -tomándole la palabra a Walter Mignolo- que “así como no había indios en América antes de la llegada de los españoles, no había malgaches en Madagascar antes de la llegada de los franceses”.
La construcción de castas fue recibiendo una serie de denominativos en función de las mezclas y sus posibilidades, como da cuenta de ello el texto de Efraín Castro Morales, en “Los cuadros de castas en la Nueva España”, donde los personajes son sin duda, una construcción social de sujetos desde lo visual, considerando además que de ninguna manera esta construcción era una simple forma de hacer una etnografía “inocente”, como señala Mará Eugenia Chaves:
El término castas fue altamente peyorativo ya que retomó las acepciones medievales negativas del vocablo, vigentes en el castellano de la época con el objeto de aplicarlo como indicador, por un lado de un tipo de relación sexual asimilada a la animal (…) y, por otro, porque implícito en su significado estaba la idea de que los hijos heredan los ‘vicios’ de los padres y no sólo su aspecto físico.
Evidentemente, en el contexto actual resulta difícil poder realizar una categorización de los protagonistas del corpus respecto a las categorías de los cuadros de castas, empero sólo con fines explicativos vale la pena hacer un ejercicio. Las víctimas, que en este trabajo se denominan campesinos, tendrían que ser mestizos descendientes de indígenas originarios, pero también (en mayor o menor grado) sus propios agresores; y es que tal vez la diferencia de los agresores radique en su relativa proximidad a lo blanco-mestizo y sus estructuras sociales. En todo caso, es ahí donde se ubica una de las contradicciones de esta forma de violencia. ¿Cómo se explica que los agresores traten a los campesinos como a animales, cuando ambos no difieren mucho en sus características raciales? Si volvemos a los cuadros de castas para hacer una comparación comprenderemos que ambos derivan de la combinación entre lo español y lo indio, y que la diferencia “fuerte” se fundamenta en la condición geográfica, social y política de los actores. Es paradójico además el hecho de que muchos de los universitarios agresores son hijos o parientes de campesinos; gente que labra la tierra para reunir el dinero suficiente para enviar a sus hijos a estudiar en la ciudad. Entonces probablemente el conflicto tiene que ver con la concepción del ser y no ser, es decir que para algunos (los agresores) la “carta de ciudadanía” está ligada al carácter urbano del sujeto. Hago referencia a Ramón Grosfoguel, que cuestiona cómo se define el prototipo de ser: hombre, blanco, heterosexual, profesional, adulto, etc. A partir de estos atributos se definen categorías de lo rural y lo urbano. Lo rural y sus representantes, en este caso, no son porque no cumplen el canon, canon entendido como el habitante de la ciudad de Sucre y férreo opositor al gobierno.
Racismo y política
Una vez aclarado el hecho de que no existen diferencias morfológicas ni biológicas que sustenten el discurso racista, surgen algunas inquietudes. ¿Acaso hay relación entre las expresiones racistas y la filiación política de los campesinos? o ¿la tendencia política de éstos es un argumento para ejercer esa violencia?
Más allá de constituirse en un frente opositor al oficialismo, los protagonistas que vejaron a los campesinos, imprimieron violencia como una forma de venganza por lo sucedido en 2007 en Sucre, pero no contra el partido político MAS, sino contra Evo Morales. Él, dada su investidura, no corre el riesgo de ser sometido a esa violencia, sin embargo, los indígenas y campesinos “comunes” sí. Entonces, la violencia ejercida es también simbólica porque agredir, insultar y ofender a un indígena/campesino, implica hacer lo mismo con Evo Morales y lo que éste representa en la coyuntura política: la reivindicación de los originarios.
En este entendido plateo que el hecho responde a una dinámica de racialización “del otro”, que para el caso sería el oficialista, “el masista”; en esta dinámica el MAS se constituye en el marco simbólico que agrupa a campesinos, indígenas, whipalas y otros símbolos que deben ser rechazados, reprimidos y en su caso sometidos a la voluntad de los “verdaderos” sucrenses. Así, el campesino y sus representaciones se constituyen en el arquetipo que hay que repeler y castigar; se desarrolla una relación determinante entre lo indígena/campesino y el partido político MAS. En esta especie de sinonimia: campesino/indígena = MAS, lo visual es un factor que promueve el prejuicio y quien mejor que Fanon para dar cuenta de ello. “Estoy sobre determinado desde el exterior. No se me da ninguna oportunidad. No soy esclavo de ‘la idea’ que otros tienen de mí, sino de mi apariencia”. En este caso no es tanto el color de la piel, sino la vestimenta, atavíos y símbolos que “revelan” al indígena y al campesino.
El retorno a lo colonial (obra en tres actos)
El perfomance racista que motivó la elaboración de este ensayo puede ser fraccionado en tres momentos o lecturas a manera de analogía con una obra de teatro.
I acto. “El viacrucis”
Tal y como si fueran animales, los más de 30 campesinos fueron “atrapados” (por no decir cazados) por la turba que los sometió a una marcha de martirio y humillación. Luego, en el frontis de la Casa de la Libertad son los agresores, amparados en el estado de la correlación de fuerzas, quienes escriben el libreto de la obra; señalan lo que se debe decir como condición para no ser castigados e infunden miedo para someter al otro, ese que también… ¿es boliviano?
II acto. “Que los herejes purguen sus culpas”
El sometimiento del cuerpo puede ser considerado como un acto de “purificación” al estilo de la Santa Inquisición. Se puede considerar lo acontecido como un ritual de purgación de “los herejes” que deben besar el suelo y la bandera de “ese lugar sagrado” para salvarse de la hoguera (más violencia). Es paradójico además que justamente la bandera de Sucre lleve una cruz de Malta roja en fondo blanco, símbolo que recuerda su pasado como centro de poder colonial al haber sido sede la Real Audiencia de Charcas.
Sigamos. En las arengas de los agresores los campesinos son obligados a manifestar un sentimiento de afecto hacía una ciudad que en estos momentos se constituye en el escenario de su martirio (¿monte Calvario?). Asimismo, como una forma de amedrentamiento, se intenta “incrustar” con violencia, en el imaginario de los sometidos, las consecuencias que puede traer el hecho de ser partidarios del MAS. Por tanto, deben asumir sus culpas; es el arrepentimiento y la negación de sus convicciones el único camino para su salvación.
III acto. “La apología del miedo”
Esta representación concluye con la proclama que se grita a voz en cuello durante el clímax del tercer acto: “Sucre de pie, ¡Evo derrotado!”. Aquí, al celebrar lo sucedido como una victoria, los agresores cínicamente hacen la apología del racismo ¿Victoria de quién, sobre quién? Se trata de la reproducción de formas coloniales de sojuzgamiento y vulneración de los derechos “del otro”.
Sumados, todos estos aspectos motivan a pensar que todo se trata de un drama, la teatralidad del poder. En este contexto es la plaza principal el escenario de la trama, donde al igual que en el Medioevo, los otros eran sometidos al escarnio del público. Lúcida es la lectura de Georges Balandier acerca de esta tramoya:
Los procesos políticos, en su desarrollo, en la presentación que de ello se hace, llevan la dramatización a su máximo nivel de intensidad. Imponen una puesta en escena; un escenario, de los papeles, de los resortes secretos y de las violencias, las revelaciones y los efectos sorpresa que, por lo general, culminan con la confesión del acusado. Ponen de manifiesto lo que de extraordinario hay en la puesta a punto del ceremonial judiciario. Están sometidos a una lógica implacable, lo que no impide que su funcionamiento haga de todo ello fuente de emociones -de la reprobación a la cólera y el odio populares-. Convierten por un tiempo la escena política en un teatro trágico, puesto que la clave del drama es la muerte física o moral de aquellos a quienes el poder acusa en nombre de la salvaguarda de la forma y los valores supremos de la sociedad.
Reprochable, imagen tras imagen, la obra no deja de transcurrir, ¿por qué? Es el miedo la categoría que lubrica el movimiento forzado de las piezas sociales inconexas. Hay públicos que repudian el acto, sin embargo, es en la espiral del silencio donde se justifica el dejar hacer, dejar pasar.
A manera de conclusión
Sucesos como el del 24 de mayo marcan la memoria de los sujetos subalternizados, por tanto no se trata de olvidar y mirar hacia adelante desde una postura multiculturalista, asumiendo que somos distintos, pero que a pesar de las diferencias vivimos en armonía, no. Si bien lo sucedido dio lugar a la promulgación de una ley contra el racismo, esta no es la solución estructural al problema pues no por imponer sanciones penales a las expresiones racistas y discriminatorias éstas van a dejar de suceder. El Estado y los miembros de la sociedad debemos someternos a un proceso autocrítico para encontrar cuál es nuestro lugar, qué posición asumimos frente a hechos como este y qué vamos hacer en adelante. Me quedo con la reflexión de Walter Mignolo como propuesta para construir futuro:
Para los hombres y mujeres que crecieron, vivieron y se educaron habitando, conscientes o inconscientes, el espacio de la diferencia racial (diferencia colonial epistémica y ontológica), el olvidar es más difícil; quizá no es posible. Serán necesarias reorganizaciones fuertes en el control del conocimiento, de la economía, de la autoridad, en la formación de subjetividades que habiten zonas de pluridiversidad epistémica y ontológica, zonas en las cuales no sea necesario que quien controle el conocimiento (a través de la Universidad, de la prensa escrita y oral-visual y de los medios de comunicación masivos) ‘nos diga’ que hay que olvidar y que todos los hombres somos iguales.
Bibliografía
Balandier, Georges El poder de las escenas, De la representación del poder al poder de la representación, Barcelona, Ediciones Paidós, 1994.
Castro, Morales Efraín, Los cuadros de castas en la Nueva España, Jahrbuch für Geschichte Lateinamerikas, Köln Böehlau Verlag, 1983.
Chaves, María Eugenia, La mujer esclava y sus estrategias de libertad en el mundo hispano colonial de fines del siglo XVIII, Instituto Iberoamericano, 1996.
Fanon, Frantz, Piel negra, máscaras blancas, Madrid, Ediciones Akal, 2009.
Herrera, Jesús María, Economía política del racismo en Venezuela, Caracas, Fondo Editorial Mihail Bajtín, 2009.
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